En el día de ayer, y como casi todos los domingos a la salida de la iglesia, recibí el abrazo amoroso de Isabela (8 años), hija de mis amigos Natalí y Christian. Charlé un minutito con ella, y le pregunté: ¿Mañana volvés a la escuela ¿no? (en el día de hoy, lunes, en Argentina se retomaron las clases, luego del receso invernal).

Confieso que mientras se lo preguntaba, creo haber fruncido un poco la boca y la nariz en señal de desagrado, pensando que volver a comenzar las clases era algo molesto por tener que despertarse temprano, regresar a la rutina de cumplir obligaciones, dar por concluido el tiempo de vacaciones, etc., pero resulta que me encontré con que la respuesta inmediata de Isa fue un: ¡Siii!, y lo acompañó levantando sus cejas, abriendo grandes sus ojitos, y dando paso a su preciosa sonrisa.

Para no quedarme con mi interpretación de las cosas, llamé a Isa y le pregunté si realmente le gustaba ir a la escuela, y por qué… y mantuvimos una charla donde me contó que le gustaba mucho, porque tenía “tecnología”, donde aprendía mientras jugaba diferentes jueguitos, y natación.

Me contó también acerca de la alegría y la importancia de encontrarse con amigos, y para cerrar la respuesta me dijo: «aparte me gusta porque aprendo muchas otras cosas más”. En síntesis: Isa me habló de tres cuestiones centrales que hacían que, para ella, ir a la escuela estuviera lleno de sentido y atractivo: 1) el aprendizaje desde la propia experiencia, 2) la vivencia valiosa de las relaciones interpersonales y 3) la aventura que significa incorporar más y nuevos conocimientos.

Este intercambio con Isa me llevó a pensar en muchas cosas, pero especialmente en la iglesia, los cristianos y la vida de fe, porque permanentemente oímos discursos de desvalorización a las iglesias y se emiten expresiones de subestimación acerca de la fe o de los cristianos; en muchos casos, surgidos de la ignorancia de quienes están llenos de prejuicios ideológicos acerca de aquello que jamás han experimentado; pero en otros, son manifestaciones de personas heridas que no han encontrado en las iglesias que conocieron, espacios propicios para crecer plenamente en su vida espiritual y de fe.

Dice la carta a los Hebreos 10.24-25 “Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros…”, y en Colosenses 3.16: “Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón”, y “Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.” (Colosenses 3.14)

Hoy, algunos chicos volvieron a asistir a la escuela con mucha felicidad, porque encontraron allí un espacio valioso y atractivo para crecer… del mismo modo, deseo que Dios nos ayude a construir cada día una iglesia más atractiva y apta para que muchas más personas se acerquen con alegría para poder disfrutar del fortalecimiento de nuestra fe a partir de relaciones y experiencias que nos posibiliten un mayor conocimiento de Dios, y que nos favorezcan y alienten para darle a él una mayor participación en nuestras vidas.

Te mando un fuerte abrazo.

Sergio