El sábado pasado, mientras estábamos tomando algo con mi hija en una confitería, veíamos muy cerca de nosotros a un grupo de mujeres que celebraba el final del año. En algunos momentos, este grupo se nos hacía figura a partir de sus risas, alguna voz que se elevaba por sobre el resto, sus brindis y los diversos movimientos que ensayaban para poder sacarse la foto grupal perfecta. Imaginé que podría tratarse de un grupo compañeras de trabajo celebrando el final de un ciclo (por algunas expresiones me parecía que era jun grupo de docentes).

Tomé registro de que ya estamos en diciembre, y que comenzar a transitar este último mes del año implica, entre otras cosas, comenzar a hacer ciertas planificaciones referidas a las fiestas.

Muchas personas utilizamos esta ocasión para el encuentro con la familia, con los amigos, con los compañeros de estudio, de trabajo, o con diferentes vínculos significativos, y eso conlleva la tarea (a veces muy compleja) de organizar y aún de negociar lo necesario para poder acordar el “cuándo”, “cómo” y “dónde” se llevarán a cabo estos encuentros.

A partir de esto pensaba en el valor de encontrarnos con otros, y también en la importancia de la preparación para el encuentro, y recordé un escenario muy especial en la historia que forma parte esencial de las celebraciones de esta época del año: el nacimiento de Jesús.

Nos relata la Biblia acerca de que un muchacho carpintero llamado José estaba

comprometido con una chica llamada María, con quien aún no se había casado y que aún era virgen.

Dice en el evangelio según S. Mateo 1:20-21 que “un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”

El nacimiento de Jesús (que estaremos recordando dentro de unas semanas) es mucho más que un evento histórico, ES LA INVITACIÓN DE DIOS AL ENCUENTRO.

Dios mismo organizó, preparó y dispuso todo para hacer posible el encuentro entre él y cada uno de nosotros. Por eso se hizo hombre, trazando un puente entre el cielo y la tierra, posibilitándonos la experiencia de reconciliación y recuperación de la libertad de acercarnos a él y su santidad. Éste es el valor profundo de encontrarnos con Jesús.

La comunidad cristiana en todo el mundo está en tiempo de “adviento”, es decir en un tiempo de alegría, celebración y agradecimiento por la venida (“advenimiento”) del Señor Jesucristo, y quienes confiamos en Jesús como nuestro salvador reconocemos que el encuentro con él es la más maravillosa experiencia que podemos tener. ¡Jesús ya está aquí, con nosotros y en nosotros!

Ahora, si nunca fuiste al encuentro de Jesús, quiero alentarte a no esperar a que llegue la navidad. La invitación de Dios ya está hecha, la fiesta ya está preparada, Jesús quiere formar parte de tu vida ahora, ser tu salvador, compañero y guía segura.

Te mando un fuerte abrazo.

Sergio Daniel López