Reflexiones
SER LOS MEJORES
Reflexiones breves de inicio de semana
Por Sergio Daniel López
El objetivo central de nuestro desarrollo es adquirir destreza para afrontar las situaciones propias de la vida. Estas destrezas son también llamadas “competencias”.
Llegamos a ser “competentes en algo” cuando adquirimos la destreza o desarrollamos la capacidad necesaria para “eso”. Por ejemplo: somos competentes para comunicarnos verbalmente con las personas porque hemos transitado por el proceso de aprender a hablar.
La competencia entonces es algo que, algunas veces se desarrolla en el ejercicio “intrapersonal” (yo-conmigo), pero que también se pone en juego en lo “interpersonal” (yo con los otros), es decir que competimos con/contra otros. Por ejemplo: si quiero un trabajo “X”, ya no alcanza con ser competente en todo lo referido a “x”, sino que necesitamos ser más competentes que los demás postulantes a “X” para poder alcanzarlo.
Más allá de si nos gusta o no competir, la mayoría de las personas anhelamos ser competentes, y en muchos sentidos soñamos con “ser los mejores” en lo que hacemos. Por ejemplo: una mujer ama de casa se llena de felicidad y orgullo cuando escucha decir a sus hijos: “nadie sabe hacer los fideos tan ricos como lo que hace mi mamá”.
Hay una historia en la Biblia (en Daniel 1), que habla de una gran competencia. Babilonia acababa de sitiar Jerusalén, y someter en cautiverio al reino de Judá intentando aniquilar sus costumbres, su cultura y su fe. En los primeros tiempos de ese proceso, el rey de Babilonia (Nabucodonosor) hizo seleccionar a los jóvenes de Judá más saludables, inteligentes, bellos e influyentes para darles una formación de tres años involucrándolos en todos los saberes y costumbres de los caldeos (lo cual incluiría también la presión de unirse a sus prácticas paganas).
En ese grupo selecto, hubo cuatro jóvenes que, a pesar de estar en cautiverio, tuvieron el coraje de decidir llevar a cabo ese entrenamiento, pero sin dejarse “contaminar” ni siquiera con la comida del palacio. Esto es que, mientras todos comían los manjares del rey con sus mejores vinos y absorbían las costumbres caldeas, ellos pidieron ser alimentados con legumbres y agua como una manera de aferrarse a Dios en un compromiso total de fe y fidelidad a él.
El resultado de esta decisión de fe y fidelidad a Dios trajo como resultado inesperado. Porque fue hecho, así como ellos lo pidieron y, al cabo de tres años, “a estos cuatro muchachos, Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias” (v.17), “y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías” (v.19) “En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (v.20).
¿Te diste cuenta??? Todo el entrenamiento sofisticado del reino de Babilonia solo alcanzó para lograr el 10 % del resultado que tuvo el obrar de Dios con estos cuatro jóvenes que pusieron como prioridad ser firmes y fieles a Dios.
Pienso en nosotros, y en cuantas veces buscamos diferentes modos de alcanzar nuestras metas, ser competentes, ser los mejores, y el peligro que corremos cuando lo hacemos traicionando en algún modo nuestra fe, siendo inconsistentes en nuestros valores, y aun dando la espalda a Dios, como si eso pudiera hacernos avanzar o lograr algo más.
Pero esta historia de Daniel y sus amigos, me lleva a invitarte a pensar acerca de ¿cuáles son tus metas de hoy, y qué estás haciendo para alcanzarlas?, ¿Dónde está depositada tu confianza para el éxito?
Dios quiere acompañarnos en todo lo que hagamos y desea también ayudarnos en nuestros pasos, pero espera y desea que asumamos con coraje el compromiso de ser verdaderamente fieles, “sin contaminarnos”, siendo consistentes en los valores y la fidelidad a él, porque es la única manera de poder bendecirnos y sorprendernos como lo hizo con estos cuatro muchachos.
Te mando un fuerte abrazo.
Sergio