Cuando era niño, junto a mi familia realizábamos frecuentes viajes a visitar a la familia Salvatierra, y al hogar de niños que, como misioneros, ellos estaban dirigiendo en un pequeño pueblo de la provincia de Córdoba (Obispo Trejo).

Para mí, cada uno de esos viajes era algo maravilloso en muchos sentidos. Pero algo curioso era que cada vez que regresábamos de unos días allí, mi forma de hablar se había modificado un poco y había adquirido una tonada especial, propia del modo en que se habla en esa región.

Pensaba que, del mismo modo, existen muchas otras maneras en las que las formas o costumbres se transmiten de unos a otros, y esto pasa en pequeños grupos como en fenómenos culturales más amplios. Por ejemplo: es esperable que un hijo, o hija, tienda a imitar a sus padres; que un grupo de amigos adopte similares gestos y conductas comunes; también cada cultura tiene sus propios patrones de hábitos que van transmitiéndose e incorporándose como un fenómeno micro social natural. 

Si bien la adaptación cultural es parte necesaria para el desarrollo humano saludable porque favorece el despliegue de un aspecto tan central de nuestra existencia como es la dimensión social, también es cierto que necesitamos cuidar el modo en que nos movemos dentro de esa dinámica “de amoldarse” (copiar el molde), ya que podríamos caer en el riesgo de vivir en automático, sin mucha auto conciencia, haciendo lo que no tiene que ver con nosotros y nuestra identidad, y lo que es peor, hasta traicionándonos nosotros mismos.

Estoy seguro de que todos podemos reconocer situaciones de este tipo.

Hay una interesante advertencia en la Biblia para aquellos que viven en la fe. En Romanos 12.1-2, el apóstol Pablo escribe diciendo: “tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.”

Lo que está haciendo Pablo es llamarnos a una reflexión e invitarnos a tomar una decisión. No amoldarse al mundo actual, no quiere decir andar con taparrabos y descalzos, comunicándonos con señales de humo… sino que, si conocimos de la misericordia de Dios, entonces decidamos realmente entregarnos por completo, consagrando a Dios nuestro ser en plenitud.

Necesitamos que se renueve nuestra mente, y que en lugar de asumir o amoldarnos a cualquier cosa que nos imponga nuestra sociedad, nos inspiremos en el modelo de Dios, el cual se hace visible en la persona de Jesucristo. De este modo, todos podremos llegar a comprobar la voluntad de Dios en nosotros, la cual tiene la cualidad de ser buena, agradable y perfecta.

Te mando un fuerte

Sergio