Leía hace unos días un reportaje a una joven astrofísica llamada Catherine Heymans (Universidad de Edimburgo) que se dedica a la investigación de lo que se denomina el “universo oscuro”, esto es, todo aquello de lo que no podemos dar cuenta.

“Todo lo que conocemos, la materia que forma los planetas, las estrellas y todas las galaxias, la materia «normal» de la que estamos hechos, solo suma menos del 5% de todo lo que hay ahí fuera… ¿Se da cuenta? ¡No sabemos nada del 95% del Universo!” comentaba esta científica en la nota.

El artículo continuaba diciendo: “En el Universo nada es lo que parece. Y la inmensidad que nos rodea, con billones de estrellas repartidas en cientos de miles de millones de galaxias es, en realidad, solo una pequeña parte de lo que realmente hay ‘ahí fuera’.”

En lo personal, tengo cierta duda acerca de si lo que conocemos es del 5%, del 30% o del 0,0001 % de lo que existe, porque ¿cómo podemos saber la magnitud de lo nos es desconocido?

Pero, mientras pensaba en todo esto, mis pensamientos me llevaron hacia el Salmo 19.1 que dice: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento despliega la destreza de sus manos”.

La mirada hacia el cielo, hacia la inmensidad del universo, siempre es una oportunidad de que se devele ante nosotros la grandeza infinita y la gloria de su Creador.

Dice el Salmo 147.3-5: “Él sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas. Él cuenta el número de las estrellas; A todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; Y su entendimiento es infinito.”

Dios conoce cada rincón del universo, y a cada estrella por su nombre, pues es su creador y tiene gobierno, sobre todo. Pero lo más maravilloso es que este inmenso y único Ser, es quien también está involucrado con nosotros sanando nuestras dolencias, vendando nuestras heridas, ocupado en nuestras necesidades.

Por mucho esfuerzo que realiza la ciencia, no puede conocer la totalidad del universo. Pero lo que sí podemos nosotros es disfrutar de lo que observamos y conocemos de él. Del mismo modo, tampoco podemos conocer con exactitud la magnitud de la grandeza de nuestro Dios, pero sí podemos contemplar y gozar de lo que ya conocemos de su Persona y de sus propósitos. La visión del universo, no sólo nos revela la grandeza del creador, sino que también nos muestra su amor y compromiso con nosotros.

“Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste, y la luna y las estrellas que pusiste en él, pienso: ¿Qué es el hombre? ¿Qué es el ser humano? ¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?” (Salmo 8.3-4)

¿No es maravilloso esto? Lo tremendo no es cuán grande es el universo, sino que el Gran Creador del universo esté ocupándose personalmente de cada uno de nosotros.

Te invito en esta semana a que, en cualquier circunstancia en que te encuentres puedas alzar tu mirada y encontrar la paz y la seguridad que trae saber que el Dios eterno está junto a vos, trabajando a tu favor.

Te mando un fuerte abrazo.

Sergio