En el día de ayer tuvimos “Eclipse de Luna”. Este es un acontecimiento muy importante para la astronomía, y sumamente atractivo para quienes simplemente gozamos en la contemplación de la naturaleza, del universo y de sus fenómenos.

Recordé que hace aproximadamente un año y medio atrás, tuvimos un eclipse de sol y compartí una reflexión muy parecida a la que quisiera compartir hoy porque creo que el mensaje aún sigue siendo vigente.

El eclipse de luna no es algo muy frecuente. Se produce cada vez que (por efecto de cierta coincidencia en los movimientos orbitales de la tierra y de la luna), la tierra se interpone justo en la línea recta que existe entre el sol y la luna. Allí, la tierra bloquea la luz del sol, y al mismo tiempo proyecta su propia sombra sobre la luna. Es decir que la luna queda a oscuras porque la tierra no le permite que llegue la luz solar.

Del mismo modo nos pasa a las personas. Cuando el mundo con sus ofertas y demandas se nos interpone en medio de nosotros y Dios. Nuestras vidas comienzan a oscurecerse, y aunque creemos que vamos a encontrar “luz” en los innumerables tesoros que la vida nos ofrece, la experiencia nos demuestra que casi nada nos satisface del todo, que no encontramos demasiado sentido, que la vida se nos va pasando y seguimos en un eclipse, en tinieblas, porque se nos ha bloqueado la luz de Dios.

Hemos perdido la visión de Dios, y entonces comenzamos a buscar algo que nos traiga luz, claridad, plenitud, y nos vamos llenando de cosas (objetos, actividades, relaciones proyectos, etc.) que buscamos con la ilusión de que le traigan sentido pleno a nuestra vida, mientras en simultaneo, vamos cayendo en más y más oscuridad, desconociendo por completo que detrás de la tiniebla está Dios con sus maravillosos propósitos de amor para nosotros.

Por esto hoy se me hizo necesario que recordemos una invitación que podemos encontrar en el evangelio de Juan (8:12), donde Jesús nos dice: «Yo soy la luz del mundo. Si ustedes me siguen, no tendrán que andar en la oscuridad porque tendrán la luz que lleva a la vida.”

Sea cual sea la situación en la que estemos, Jesús nos propone seguirlo a él. Conocerlo, mirarlo, caminar por sus caminos, porque eso es lo que nos traerá garantía de “Luz” y “Vida” (“si ustedes me siguen… tendrán la luz que lleva a la vida”).

Que sea esta semana una experiencia concreta de mirar hacia la luz que es Jesucristo, para salir de nuestras vidas eclipsadas; y no solo recibir nosotros de su luz, sino que también podamos (al igual que la luna sin eclipse ilumina la tierra en su oscuridad) “…mostrar a otros la bondad de Dios, pues él los ha llamado a salir de la oscuridad y entrar en su luz maravillosa.” (1 Pedro 2).

Te mando un fuerte abrazo.

Sergio.